China ha sido durante años una ‘fábrica’ barata que ha abastecido al mundo desarrollado de los bienes que demandaba a través de grandes superávits comerciales. Una fuerza laboral inmensa, el crecimiento de la productividad y unos costes laborales muy bajos han permitido que la creciente demanda de Occidente no se tradujese en una inflación galopante, más bien al contrario. Sin embargo, ahora, esta tendencia podría estar revirtiéndose, al menos de forma temporal. China parece haber empezado a exportar inflación al resto del mundo, lo que podría inflar aún más la burbuja de inflación global que comenzó a hincharse a principios de 2021.
La inflación ya se encuentra en máximos de más de una década en EEUU y la Eurozona (en España en máximos desde 1992). La paralización de la inversión durante 2020 y la rápida recuperación de la demanda en los últimos meses ha generado un desajuste global que está desembocando en un fuerte aumento de precios y en la escasez de ciertas materias primas, alimentos e inputs, que encarecen la producción de bienes finales. Sin embargo, hasta la fecha China no había contribuido a intensificar este fenómeno inflacionario, algo que podría haber comenzado a cambiar, según revelan los últimos datos de exportación del ‘gigante asiático’.
El precio de lo que China fábrica y vende al resto del mundo es muy importante. Un 15% de todo lo que se exporta en el globo sale del ‘gigante asiático’ y, por lo tanto, sus precios de exportación influyen en las presiones inflacionarias mundiales. “Hasta ahora, el precio de las exportaciones chinas se ha mantenido bajo control a pesar del aumento de los precios de importación de China. Sin embargo, cabe preguntarse cuánto tiempo podrá China seguir manteniendo estables los precios de exportación”, apuntan Alicia García Herrero y Jianwei Xu, economistas de Natixis en una nueva nota.
Todo hace indicar que las empresas chinas han dejado de reducir sus márgenes (de comerse los mayores costes) y han comenzado a trasladar los costes a sus clientes internacionales. “Aunque los precios de exportación se han mantenido estancados en el primer semestre de este año, más del 40% del crecimiento de las exportaciones en agosto se debió a unos precios más altos y no al volumen. En otras palabras, el traspaso de los precios de producción chinos al consumidor final en el extranjero ya ha comenzado”, aseguran García Herrero y Xu.
China está sufriendo presiones inflacionistas por dos lados diferentes. Al igual que el resto del mundo, la subida de las materias primas está encareciendo los costes de producción de muchas empresas que trabajan o necesitan esas commodities para desarrollar su negocio fundamental. Por otro lado, China está sufriendo una crisis energética que está elevando la factura eléctrica (hasta el tope que permite el gobierno) de las industrias o, directamente, está limitando su capacidad de funcionamiento a través del racionamiento energético, generando escasez y unos precios más altos. A todo lo anterior habría que sumar otro fenómeno global como es el encarecimiento del transporte marítimo, que también presiona los precios de importación en China y los de exportación.
Sectores más afectados
Desde JP Morgan esperan que “la presión inflacionaria del IPP se mantenga elevada en el corto plazo, puesto que el racionamiento eléctrico podría continuar en el cuarto trimestre, especialmente en sectores intensivos en energía, como el acero, el cemento y el aluminio”, destacan desde JP Morgan.
Este aumento de costes en la ‘fábrica del mundo’ está afectando de forma dispar a los diferentes sectores, pero podría terminar trasladándose de una forma u otra a casi todos los bienes. Por ahora, “a nivel sectorial, el traspaso ha sido mayor para los bienes intensivos en capital respecto a los intensivos en mano de obra. El caso más obvio es el del teléfono móvil. El volumen de teléfonos móviles exportados por China ha disminuido durante el tercer trimestre, pero el aumento de precios fue tan fuerte que el valor total de las exportaciones de teléfonos móviles siguió acelerándose”, apuntan desde Natixis.
Por otro lado, los bienes más intensivos en mano de obra han experimentado un traspaso mucho menor de los precios de producción a los precios finales, con una excepción notable: el calzado, principalmente debido a las restricciones de covid-19 que se trasladan al resto de Asia y especialmente a Vietnam.
Al final la subida del precio de unos bienes termina influyendo en otros, generando una onda expansiva de inflación que termina afectando a casi todo el universo de bienes producidos en el país. “Los vertiginosos precios de los productos minerales, los productos químicos y los metales también pueden repercutir en los productores de maquinaria intermedia. Todo ello aumentará aún más la presión general sobre los precios de exportación, ya que este grupo de productos representa más del 50% de las exportaciones de China”, aseguran desde JP Morgan.
A la vez que sucede todo lo anterior, se está produciendo un aumento sin precedentes en los costes de envío desde finales de 2020, después de que comenzara la reapertura de la economía. Aunque hay indicios de que los costes de envío pueden estar llegando a su punto máximo, siguen siendo muy altos, asegura el informe mensual del banco americano.
“Teniendo en cuenta todo lo anterior, la elevada inflación interna del IPP debido a las continuas restricciones de producción y a un aumento sustancial en los costes de envío apuntan a un aumento adicional de los precios de exportación, que se trasladará a la inflación mundial”, reconocen los economistas de JP Morgan.
El Banco Popular de China prevé que las subidas de los precios de producción comiencen a relajarse finales de este año o principios de 2022. “Usando estas previsiones como base, existe una ventana de tres meses en la que los los precios globales seguirán siendo vulnerables a un nuevo repunte en el IPP de China. Un ciclo de retroalimentación positiva entre los precios de importación, el IPP y los precios de exportación que podría contribuir a una mayor inflación global”, sentencian los expertos de JP Morgan.
Aún así, el impacto total no se llegará completamente hasta el consumidor europeo o americano hasta mediados de 2022. Varios estudios revelan que las empresas tardan unos 6 meses en trasladar el incremento de sus costes de producción a los bienes y servicios finales. Los mayores precios de exportaciones en China estarán presionando al alza la inflación de Occidente, al menos, hasta el verano del próximo año
Fuente: Vicente Nieves- El Economista