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Europa debe liberar su poder geoeconómico

Las claves: 

  • La UE necesita una nueva estrategia para defenderse de la coerción
  • La geoeconomía -la interacción entre comercio, finanzas, tecnología y seguridad nacional- se ha convertido en la nueva palabra de moda en Bruselas. La capacidad de Europa para seguir siendo relevante en la escena mundial depende de su habilidad para afrontar los retos geoeconómicos, incluida la guerra de Rusia contra Ucrania y la creciente coerción económica de China.
  • También importará manejar al nuevo líder de Estados Unidos. El presidente electo Donald Trump ha amenazado con aumentar los aranceles contra los socios europeos, podría poner fin a la cooperación transatlántica para frenar los recursos financieros de Rusia utilizados para librar la guerra contra Ucrania, e incluso podría levantar las sanciones a Moscú.

Para superar estos problemas, los funcionarios de la Unión Europea han anunciado todo tipo de políticas en los últimos años, como la creación de un instrumento para defender al bloque de la coerción económica, la identificación de tecnologías estratégicas y el impulso de la producción europea de material crítico para la transición a la energía limpia. Sin embargo, el éxito de Europa requerirá algo más que la elaboración de agendas y el nombramiento de líderes bienintencionados. Lastrada por un reparto de responsabilidades excesivamente complejo entre sus numerosas instituciones y 27 Estados miembros, la UE adolece de disfunciones internas cuando se trata de geoeconomía. Estas divisiones dificultan constantemente la imposición y aplicación de sanciones, el control de las exportaciones y otros instrumentos de la política económica.

Si el bloque no consigue crear un sistema más colaborativo para llevar a cabo las operaciones cotidianas, no podrá trazar un camino independiente a través de los crecientes retos internacionales. Afortunadamente, la UE puede basarse en su propia experiencia en otros campos, como la política de competencia, la privacidad de los datos y la medicina, para encontrar un camino a seguir. En estos ámbitos, la UE ha unido las diversas capacidades de sus miembros en un sistema de supervisión colectiva. Del mismo modo, los Estados miembros deben ahora poner en común sus recursos para abordar sus preocupaciones geoeconómicas comunes.

Para lograr este objetivo, es hora de que la UE cree una red europea de seguridad económica. Esta red reuniría a representantes de las burocracias de seguridad económica de los Estados miembros para compartir las mejores prácticas y coordinar las políticas. La UE debe actuar con rapidez: el mundo es cada vez más caótico y si el bloque no consigue crear pronto un aparato de geoeconomía que funcione, se verá superado por sus aliados del oeste y sus enemigos del este.

 

DESUNIÓN EUROPEA

Sobre el papel, la UE tiene todo lo necesario para ser una superpotencia económica de seguridad. El bloque es la tercera economía del mundo, con un mercado interior de 450 millones de consumidores ricos. Es la segunda fuente mundial de flujos de inversión extranjera directa. Y dispone de los activos necesarios para aplicar sanciones financieras de gran alcance. La cooperativa Swift, que conecta a todos los bancos internacionales, tiene su sede en Bélgica. La UE también controla la segunda moneda más utilizada del mundo, el euro.

Los dirigentes del bloque son conscientes del potencial de seguridad económica de su continente. En 2023, la Comisión Europea publicó un documento de estrategia de seguridad económica en el que se explicaba cómo las medidas de seguridad económica, como el control de las exportaciones, podrían tener efectos dominó en todo el continente y más allá. Dado que varias empresas tecnológicas críticas, como el gigante holandés de equipos de semiconductores ASML y la empresa alemana de software empresarial SAP, tienen su sede en Europa, los responsables políticos de la UE saben que el continente es un punto de estrangulamiento potencial para el suministro de tecnología.

Sin embargo, los esfuerzos europeos en materia de seguridad económica están estancados. La estrategia del bloque es sobre todo defensiva y reactiva, centrada en proteger a Europa de las prácticas comerciales desleales de China, la agresión rusa o la posible imposición de aranceles radicales por parte de Estados Unidos. E incluso en estos puntos, hay poco acuerdo entre los Estados miembros de la UE o incluso dentro de las instituciones europeas. Los responsables políticos europeos afirman que su objetivo es «desmarcarse» de China, pero ni siquiera logran ponerse de acuerdo sobre una definición de lo que significa ese concepto o lo que implicaría en la práctica.

La reciente votación de los Estados miembros en el Consejo de la Unión Europea para imponer aranceles a los vehículos eléctricos chinos ilustra a la perfección los escollos de la fragmentación del bloque. En lugar de enviar una señal creíble a Pekín, la votación desató amargas luchas internas entre los Estados miembros. Mientras China amenazaba con tomar represalias con aranceles a las importaciones de coches alemanes, Berlín se volvió contra Bruselas y votó en contra de las medidas, una decisión que dejó desconcertados a muchos responsables políticos europeos. Alemania no fue el único país de la UE que votó en contra de los aranceles: Hungría, que recibió casi la mitad de la inversión extranjera directa china en Europa en 2023, también dijo no. Aunque al final la UE aprobó la medida, la fragmentación europea tuvo un efecto negativo, y es probable que los enfrentamientos animen a Pekín a seguir dividiendo a los Estados miembros de la UE en el futuro. En otros casos, la fragmentación ya ha conducido a una cierta suavización de las políticas: Los esfuerzos europeos por frenar las importaciones de gas natural licuado ruso se han visto frenados continuamente por algunos Estados miembros, España en particular.

Sobre el papel, la UE tiene todo lo necesario para ser una superpotencia económica en materia de seguridad.
Incluso cuando el bloque consigue unirse, como hizo para imponer sanciones financieras a Rusia tras la invasión de Ucrania, depende del personal y la experiencia estadounidenses para hacer cumplir sus propias políticas. Las autoridades estadounidenses han impuesto sanciones al doble de buques cuyas entregas violan el tope de precios del petróleo del G-7 y la UE que sus homólogos europeos. Con el regreso de Trump, esa dependencia podría resultar peligrosa. El presidente entrante ha adoptado una postura mucho más hostil hacia los Estados europeos que su predecesor. Si los objetivos políticos de Estados Unidos y los de la UE comienzan a divergir en cuestiones clave, como el comportamiento cada vez más agresivo de China hacia Taiwán en el Mar de China Meridional o la guerra de Rusia contra Ucrania, Europa podría luchar aún más para desplegar sus herramientas de statecraft económico independientemente de Estados Unidos.

La UE se enfrenta a otro problema a la hora de llevar a cabo sus medidas económicas internacionales. Los miembros del bloque pueden acordar por unanimidad la adopción de un paquete de sanciones, pero la ejecución de las medidas depende de los países miembros, y las entidades encargadas de hacerlo varían de un Estado a otro. En Francia, el Tesoro Público se encarga de evaluar los aspectos económicos y financieros de las sanciones, mientras que el Ministerio de Asuntos Exteriores asesora sobre sus implicaciones políticas. En Alemania, organismos gubernamentales especializados se ocupan de la aplicación de las sanciones. En Malta, una junta ad hoc de supervisión de las sanciones incluye a representantes de no menos de 18 ministerios, instituciones públicas y organismos encargados de hacer cumplir la ley. En un sistema tan complejo, es sorprendente que los miembros consigan cooperar en materia de sanciones.

Para complicar aún más las cosas, cada país utiliza herramientas y normas diferentes. Algunos Estados miembros tienen más capacidad institucional y conocimientos técnicos que otros y están mejor preparados para vigilar el cumplimiento de las sanciones y perseguir a los malos actores. En la primavera de 2023, los Países Bajos tenían 45 casos abiertos de violación de sanciones, mientras que la República Checa no tenía ninguno. Las sanciones por incumplimiento de sanciones también varían mucho entre los Estados miembros de la UE. Los ciudadanos suecos no pueden esperar más de 18.000 euros (menos de 20.000 dólares) por infracciones de sanciones, mientras que los holandeses pueden ser multados con hasta 900.000 euros (casi un millón de dólares). Hasta hace poco, Alemania no contaba con leyes que facultaran al Estado para confiscar bienes decomisados. En un bloque en el que los ciudadanos de un Estado son ampliamente libres de vivir en cualquiera de los demás, la incapacidad de las autoridades para trabajar a través de las fronteras crea amplias oportunidades para la evasión de sanciones.

 

LA FUERZA EN LA DIVERSIDAD

El contraste entre las capacidades de Estados Unidos y las de la UE es muy marcado. Desde los atentados del 11 de septiembre de 2001, Washington ha realizado una serie de inversiones en instituciones de seguridad económica. Sólo la Oficina de Control de Activos Extranjeros del Departamento del Tesoro cuenta con más de 200 funcionarios y un presupuesto anual de decenas de millones de dólares. La Oficina de Industria y Seguridad del Departamento de Comercio, que vela por el cumplimiento de los controles de exportación, y la Agencia de Seguridad Nacional, que recopila inteligencia de señales, cuentan con niveles similares de experiencia.

Adoptar el modelo estadounidense nunca será una opción para Europa, ya que los Estados miembros suelen ser reacios a ceder poder a Bruselas. Afortunadamente, la UE no necesita emular a Estados Unidos. El bloque ha convertido repetidamente su diversidad en un punto fuerte diseñando eficientes sistemas de aplicación basados en redes en muchos ámbitos, como la política de competencia, la privacidad de los datos, la medicina, la energía y las telecomunicaciones.

Por ejemplo, la Agencia Europea de Medicamentos cuenta con una red descentralizada de 50 agencias nacionales en todos los Estados miembros de la UE. La Agencia reúne los conocimientos científicos de todos los países del bloque, actúa como punto de contacto único para el sector privado a efectos de autorización y garantiza la coherencia y la unificación de las normas sobre medicamentos de la UE, dejando cierto margen de maniobra a los Estados miembros. Cada país, por ejemplo, puede establecer sus propios porcentajes de reembolso de medicamentos en el marco de su programa nacional de seguridad social.

Sin inversiones institucionales significativas, las ambiciones de seguridad económica de la UE probablemente fracasarán.
La Agencia Europea de Medicamentos y otras redes de la UE pueden servir de modelo para una nueva agencia encargada de salvaguardar la seguridad económica de Europa. Con sede en una ciudad europea (la EMA tiene su sede en Ámsterdam), una red europea de seguridad económica reuniría a representantes de los Estados miembros de la UE y a especialistas para centralizar conocimientos y experiencia. La red facilitaría el intercambio de información entre los Estados miembros y mejoraría la comunicación con Bruselas. Las sanciones podrían ser un tema de prueba para la red antes de ampliar su alcance a otros ámbitos, como el control de las exportaciones y el escrutinio de las inversiones.

En el ámbito de las sanciones, el intercambio de conocimientos sería fundamental para fomentar las buenas prácticas, resolver los casos difíciles y ayudar a los Estados más pequeños de la UE que no tengan la capacidad administrativa necesaria para perseguir las tramas sancionadoras. Al igual que la Agencia Europea de Medicamentos, una red de seguridad económica también podría servir de ventanilla única para las empresas, centralizando la información y proporcionando la tan necesaria seguridad jurídica para que las empresas puedan asegurarse de que sus transacciones no incumplen los regímenes de sanciones. La red no resolvería por arte de magia las divisiones políticas entre los Estados miembros de la UE, pero al menos ayudaría a establecer normas comunes para la aplicación de las sanciones, garantizando al mismo tiempo que los miembros no se sientan despojados de sus prerrogativas.

Una red de este tipo también aumentaría la credibilidad de Europa ante sus adversarios. Al cimentar la cohesión, frenaría la capacidad de los enemigos de enfrentar a los Estados miembros europeos entre sí en un intento de restar eficacia a la política económica de la UE. Asimismo, podría aumentar el poder de negociación de la UE frente a Estados Unidos, al dificultar que Washington presione a Estados miembros individuales o llegue a acuerdos bilaterales con países favorables a Trump, como Hungría o Italia.

Sin inversiones institucionales significativas, las ambiciones de seguridad económica de la UE probablemente fracasarán. Sus miembros serán vulnerables a los adversarios que buscan causar daño y a los aliados que priorizan sus propios intereses. Por tanto, Europa debe sacar lo mejor de su desorden interno. Si no puede unificarse, debe aprovechar su diversidad para forjar una red de seguridad económica fuerte y única.

Fuentes: AGATHE DEMARAIS- Senior Policy Fellow de geoeconomía en el Consejo Europeo de Relaciones Exteriores, ABRAHAM NEWMAN- Escuela de Servicio Exterior y en el Departamento de Gobierno de la Universidad de Georgetown, Foreign Affairs

Foto: sara-kurfess-unsplash

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