Fue en los terrenos de la granja Hibbard, en Titusville (Pensilvania), donde apareció el primer pozo de petróleo rentable de la historia. El 27 de agosto de 1859, a 23 metros de profundidad, por fin empezó a brotar el preciado líquido. Con la ayuda de una bomba, los hombres de Drake iniciaron la extracción: en el primer día de trabajo ya llenaron 25 barriles. Al poco tiempo, ningún inversor quería quedarse sin un terreno en las cercanías de Titusville. La tierra “suda”, decían.
Este pasado mes de abril hemos presenciado que el futuro del barril del petróleo West Texas Intermediate (WTI) cotizaba a -40 dólares por barril. Las Bolsas navegan ajenas al crudo y el almacenamiento del mismo puede convertirse en un problema global. Nunca antes en la historia había ocurrido esto. Se trata de un choque coyuntural por la caída de la demanda mundial, pero muchos analistas vaticinan que cambiará la industria petrolera para siempre. Posiblemente la pandemia y sus secuelas sobre el turismo, el teletrabajo y las cadenas de valor den el impulso definitivo a las energías verdes.
Hemos incluido en este artículo de Canal ATEGI varios fragmentos de diversos analistas que nos pueden ayudar a entender las razones y visualizar cuál es el futuro inmediato de nuestra aún principal fuente energética.
Beltrán Parages explica que “en el análisis y explicación de esta excepcional situación hay que tener en cuenta varios aspectos:
1. Como consecuencia del COVID-19, la demanda de petróleo mundial diaria ha caído en los meses de marzo y abril aproximadamente un 30%, lo que representa algo más de 30 millones de barriles día (el mayor registro de caída de la historia y, además, en tiempo récord)
2. El pasado 10 de abril los principales productores de petróleo mundiales, OPEP más Rusia y Estados Unidos, llegaron a un compromiso de reducir la producción de petróleo diaria en 10 millones de barriles, aproximadamente el 25% de la producción diaria de esos países.
3. A pesar del recorte acordado, el mercado sigue generando un exceso de oferta de aproximadamente 20 millones de barriles día, exceso que se irá corrigiendo a medida que recuperemos la normalidad en la economía mundial.
4. El WTI (West Texas Intermediate) marcó un precio negativo, mientras el BRENT, su homologo europeo, estaba por encima de 25$. Esta diferencia tan relevante se explica por la idiosincrasia del mercado de futuros que determina el precio del WTI.
5. El contrato del WTI, uno de los derivados sobre activos reales con mayor volumen de negociación del mundo, (CLK20) se ha visto especialmente afectado por el hecho que su tenedores, como el United States Oil Fund (uno de los mayores ETF de petróleo y tenedor de aproximadamente el 25% del saldo vivo de contratos de ese vencimiento) no pueden recibir el petróleo equivalente a esos contratos a su vencimiento en esta fecha. Por ello, el precio del mismo se ha desplomado cayendo a precios negativos debido al coste de recibir, gestionar y almacenar el petróleo que le corresponde como titulares de esos contratos”.
Eszter Wirth señala que “la existencia de precios negativos no es algo nuevo en los mercados energéticos. En fechas recientes ha ocurrido en el mercado eléctrico de varios países europeos, pero es la primera vez que sucede en la historia del mercado petrolífero.
De hecho, el precio de -40 dólares por barril del pasado 20 de abril no estaba asociado al petróleo WTI que uno se lleva a casa inmediatamente, sino al contrato futuro que un comprador pagaría por la entrega por barril en el mes de mayo. El precio negativo implica que los productores de crudo pagan a los compradores por retirarlo de sus depósitos, donde ya no cabe y representa un estorbo. El WTI es el petróleo de referencia en EEUU y los almacenes de crudo están saturados por la sobreproducción del petróleo en el país.
En cuanto al petróleo Brent, que sirve de referencia para el petróleo de Europa, se extrae en el Mar del Norte y se puede transportar más fácilmente hacia los mercados donde se demande, vía buques cisterna, por ello, no se enfrenta al mismo problema de almacenamiento que el WTI. No obstante, a lo largo de la penúltima semana de abril su futuro a mayo ha cotizado por debajo de los 20 dólares por barril, a mínimos de 20 años atrás.
En enero, el barril WTI se vendía a más de 60 dólares y el de Brent a casi 70, pero los precios se desplomaron a partir de finales de febrero, cuando se registraron los primeros muertos por covid-19 en Italia y se canceló el carnaval de Venecia.
Detrás de la drástica caída en los mercados petrolíferos existen dos causas principales:
1.- La caída de la demanda mundial de crudo a causa del confinamiento y las restricciones al transporte de pasajeros por el covid-19. Las aerolíneas han aparcado la mayoría de sus aviones, por lo que no necesitan queroseno; los particulares se han quedado en casa teletrabajando o en paro, con sus vehículos parados; y la industria precisa menos energía en sus fábricas por la reducción de la actividad.
2.- La guerra petrolera declarada entre Arabia Saudí y Rusia. Rusia ignoró constantemente los cupos impuestos a la extracción de hidrocarburos en el marco de la OPEP+ y los saudíes decidieron castigar al país eslavo mediante el inesperado aumento de la producción de crudo, que deprimió los precios a inicios de marzo. El 12 de abril las dos potencias decidieron hacer las paces junto al resto de miembros de la OPEP y se comprometieron a recortar la producción desde mayo. Trump también ejerció de intermediario entre Arabia Saudí y Rusia, ya que las bajas cotizaciones del crudo castigan a los grandes productores estadounidenses de Texas, Pensilvania y Ohio, donde el presidente desea asegurar su reelección. Pero ya era demasiado tarde.
Las petroleras ya presagiaron el paulatino pero todavía lento ocaso del negocio basado en energías fósiles, debido al compromiso de las potencias occidentales de mitigar el calentamiento global y desarrollar energías verdes. Varias de las grandes empresas del sector, como Exxon Mobil, Shell, BP o Equinor, decidieron diversificar su estrategia, penetrando también en el mundo de las energías renovables.
Estas adquieren importancia en contextos de bajos precios petrolíferos pero, ante los aumentos en la cotización, las petroleras se volcaron nuevamente en su negocio tradicional, dejando las renovables en segundo plano. Posiblemente la pandemia y sus secuelas sobre el turismo, el teletrabajo y las cadenas de valor den el impulso definitivo a las energías verdes.
La incertidumbre sobre los efectos de la crisis en el sector del transporte e industrial y la fuerte volatilidad en los mercados, reducirá las inversiones de las petroleras en nuevos proyectos. Al mismo tiempo, la persistencia de bajos precios del crudo hará inviable el negocio para muchas pequeñas empresas estadounidenses dedicadas a la extracción de hidrocarburos no convencionales mediante el fracturamiento hidráulico (fracking), que conlleva altos costes de producción y severos sobreendeudamientos. En 2019 se registró un incremento de 50% de quiebras entre ellas y se espera que en 2020 desaparezcan muchas más con el consiguiente aumento del desempleo en Estados Unidos.
También están en los productores offshore del Mar del Norte y Brasil, con altos costes de extracción. Pero los países productores más vulnerables a la caída de precios son Venezuela e Irán, ambos bajo sanciones estadounidenses, o los de la zona del Magreb, pues la pérdida de ingresos estatales exacerbaría la ya alta conflictividad social.
Los exportadores de petróleo que hayan acumulado reservas de divisas o ingresos petroleros en forma de fondos soberanos, como Noruega, Rusia, Emiratos Árabes Unidos, Arabia Saudí o Kuwait, se encuentran en una posición menos vulnerable. Estos tres últimos cuentan además con la ventaja de sus bajos costes de extracción, pero deberán diversificar sus economías.
El mercado solo podrá recuperarse con más demanda pero esta dependerá del desarrollo de una vacuna, de tratamientos efectivos o de la adquisición de inmunidad frente al coronavirus.”
¿Qué puede pasar ahora?
Según el criterio de Glickman, “la reversión histórica en los precios fue un recordatorio de las tensiones que enfrenta el mercado petrolero”.
Pero la caída podría continuar.
Según el analista, los precios de junio también podrían caer, si los confinamientos continúan en todo el mundo. Realmente no soy optimista sobre las perspectivas de las compañías petroleras o sobre los precios del petróleo, afirmó.
Algunos analistas también advirtieron de que la caída del petróleo estadounidense podría afectar el precio de otros crudos de referencia.
El principal motivo que llevó a la caída de precios de este lunes fue que Estados Unidos, el principal productor de petróleo, se está quedando sin lugares para almacenar su petróleo, ya que sus principales reservas (incluida la principal del país en Oklahoma) estaban a punto de alcanzar el límite. Dado que la demanda ha caído de forma abrupta, como alternativa, muchas empresas han comenzado a almacenar su petróleo en tanques en el mar o incluso en camiones cisternas. Sin embargo, ésto, además de complicado desde un punto de vista de infraestructura resulta muy caro: el costo de mantenerlo en el mar puede ser hasta tres veces mayor que tanques en tierra.
Según datos de la firma Kpler, que monitorea buques petroleros en el mar a través de imágenes de satélite, el volumen de petróleo colocado en barcos para esperar mejores tiempos aumento un 25% en marzo.
Y es que si históricamente la disyuntiva para muchos países ha sido cómo tener suficiente combustible almacenado para responder ante un potencial fallo en el suministro, ahora el problema resulta que es tanta la oferta que no se sabe qué hacer con ella. Sin embargo, esta situación crítica no solo afecta a EE.UU. “En algún momento, muy pronto, es posible que la capacidad de almacenamiento de petróleo a nivel global alcance su límite“, alertó desde el mes pasado Fatih Birol, director ejecutivo de la Agencia Internacional de Energía.
Mientras Rystad Energy, una consultora petrolera con sede en Oslo, alertó que no solo pasaba en EE.UU.: según sus proyecciones, el 76% del almacenamiento mundial ya estaba lleno.
Cálculos de IHS Markit, una firma de investigación, estimó que la demanda a nivel global durante el primer trimestre del año cayó en 3,8 millones de barriles por día (alrededor de 4% de los suministros mundiales) la peor desde la crisis financiera de 2008.
Pero con Trump en año electoral, su prioridad es mantener el empleo en el sector petrolero y evitar una racha de quiebras en estados como Texas, Pensilvania y Nebraska. Por primera vez, Estados Unidos se sumó a los llamados de la Opep para subir el precio del barril. No está claro cómo lo va a lograr: no es un país propietario de una petrolera estatal, y aunque tiene cierto poder regulatorio, no puede imponerles recortes de producción a miles de empresas de fracking. Seguramente Estados Unidos reducirá su producción, pero no porque así lo decida un jeque o un presidente, sino por la ley de oferta y demanda.
La demanda no se va a recuperar rápidamente. El FMI reveló el martes la revisión de sus proyecciones de crecimiento para 2020. Por primera vez desde la Gran Depresión de 1929, la economía global va a vivir una contracción del 3 por ciento. Ni la Segunda Guerra Mundial, ni la crisis petrolera de los setenta o la financiera de 2008 se acercan a lo que el fondo ha denominado “el gran encierro”. En 2021 el FMI estima un recuperación de 5,8 por ciento, en parte por el efecto rebote después de tocar fondo.
La crisis en la industria petrolera va para largo, y mientras tanto las empresas petroleras tendrán que apretarse el cinturón. Muchas ya anuncian recortes laborales y aplazan sus planes de inversión. Rystad Energy, una consultora, estima que solo la industria del fracking en Estados Unidos puede perder 240.000 empleos.
También es muy significativo como señala Ignacio Fariza que “en algunos depósitos petroleros de Estados Unidos empieza a no caber ni un alfiler. Ante la expectativa de que muchos de estos almacenes privados lleguen al límite de su capacidad en unas pocas semanas (entre dos y cuatro, según las fuentes consultadas) ante la avalancha de crudo extraído y no consumido, los mercados petroleros occidentales sufren este lunes 27 abril su enésimo revolcón en lo que va de crisis del coronavirus. La caída es notablemente menor que la registrada justo una semana atrás, cuando el barriltexas sorprendía a propios y extraños entrando en terreno negativo por primera vez en siglo y medio de historia. Pero es notable, muy notable: el crudo de referencia en el país norteamericano pierde más de la cuarta parte de su valor en una sola sesión y cae hasta el entorno de los 12 dólares, mientras el Brent —el más común en Europa— se hunde casi un 10% y deja atrás la barrera de los 20 dólares, su nivel más bajo en casi dos décadas. A diferencia de lo ocurrido en anteriores desplomes diarios, cuando los mercados petroleros y de renta variable se retroalimentaron, esta vez las Bolsas navegan ajenas al crudo y se agarran al paulatino levantamiento de los confinamientos en algunos países y ciudades para colocarse en positivo.
La demanda mundial de crudo es la sombra de la que era hace solo dos meses atrás, cuando la pandemia global (en aquel momento solo epidemia) ya paralizaba las economías china o coreana pero Europa y Estados Unidos escapaban aún de sus garras. Desde entonces, sin embargo, las cosas han cambiado a una velocidad récord: en este tiempo la economía mundial se ha dado la vuelta por completo y el parón en la actividad y el transporte de personas y mercancías ha evaporado del mercado casi la tercera parte de la demanda petrolera. Ante una fuerza de ese calibre, cualquier intento de contrapeso se está mostrando insuficiente: los principales países productores han anunciado el mayor tijeretazo de siempre sobre la oferta, la Casa Blanca ha anunciado que llenará hasta los topes sus reservas estratégicas y Donald Trump ha iniciado una nueva ronda de amenazas sobre Irán, uno de los grandes exportadores mundiales. En vano: la semana pasada estos intentos permitieron al texas regresar a números verdes y al brent recuperar parte del terreno perdido, pero este lunes ambos vuelven a exhibir su peor cara.
El acelerón en las caídas este lunes responde, también, en buena medida, al anuncio de uno de los mayores fondos de inversión cotizados dedicado íntegramente al crudo, United States Oil Fund, de que deshará todas sus posiciones de futuros sobre el crudo con entrega en junio. Este movimiento apunta, además, a una época de menor liquidez en el mercado. Y sin liquidez, ya se sabe, las caídas son inevitables se parta de la posición de la que se parta.
“El mercado sabe que los problemas de almacenamiento permanecen y que los tanques alcanzarán su tope en cuestión de semanas”, explica Bjornar Tonhaugen, de la compañía noruega de análisis energético Rystad, en declaraciones a Reuters. “Los precios solo pueden bajar cuando los productores no tienen dónde guardar su producción a corto plazo”. Lejos de ser un fenómeno únicamente estadounidense, la falta de espacio para depositar el crudo sobrante va poco a poco convirtiéndose en algo global: Corea del Sur —uno de los países asiáticos con mayor capacidad de almacenamiento— está cerca de alcanzar su límite, según Bloomberg.
La Agencia Internacional de la Energía (AIE, dependiente de la OCDE) prevé que la demanda de crudo empiece a repuntar en la segunda mitad del año, pero hasta entonces no hay visos de que la tensión de los depósitos vaya a disiparse. “El balance actual en el mercado petrolero es sencillamente horrible“, agrega Tamas Varga, de la firma de intermediación PVM. “Y no se puede anticipar ninguna mejora hasta después de junio, dada la caída masiva en la demanda global”.