En esta segunda entrega sobre USA y de cómo puede variar su estrategia geopolítica y económica tras las elecciones recientemente celebradas, nos centramos en identificar los principales temas que pueden formar parte de la agenda americana en los próximos tiempos y donde es posible un cambio en su enfoque en relación a la Administración Trump.
Entender estas grandes líneas estratégicas es básico para poder identificar el impacto que pueden tener en las empresas pertenecientes a ATEGI en los próximos tiempos. Para ello hemos seleccionado varias opiniones de expertos que nos ayudan a identificarlas.
Rosa Balfour, directora de Carnegie Europa, habla de la decepción de quienes esperen una vuelta al pasado y la necesidad de que Europa supere su transatlantismo perezoso.
El torrente de mensajes de felicitación de los líderes europeos delató cuán profundo fue el alivio y cuán sentida fue la alegría por la elección de Estados Unidos.“Amistad”, “unión” y “asociación” regresaron como palabras que marcan la relación entre Europa y Estados Unidos.
La alegría y la esperanza también traicionaron las grandes expectativas y las ilusiones de que la cooperación UE-EE. UU. Puede retomarse donde quedó en 2016, cuando Donald Trump fue elegido presidente de EE. UU. “Bienvenido de nuevo” y “reconstrucción” también se incluyeron en los mensajes al presidente electo de Estados Unidos, Joe Biden, junto con el reconocimiento del extraordinario logro de la vicepresidenta electa de Estados Unidos, Kamala Harris.
Aquellos que todavía esperan volver al pasado se sentirán decepcionados. Biden quizás finalmente haga llegar este mensaje. Por muy transatlánticos que sean sus instintos, curar las profundas divisiones de Estados Unidos mientras trata con China lo distraerá de los problemas de Europa.
El mundo también está cambiando. La relación entre la Unión Europea y Estados Unidos sigue siendo única, la más profunda y sólida para ambas partes. Pero la creciente multipolaridad requiere invertir en relaciones con un número creciente de socios y aliados.
El transatlantismo perezoso en Europa ha sido un impedimento para asumir responsabilidades más globales. Los círculos de política exterior y de seguridad y la comunidad de grupos de expertos en Europa han disfrutado durante mucho tiempo debatiendo sobre el papel internacional de la UE. Cuando el debate abstracto se convierte en política, se atasca sobre si más Europa significa menos transatlantismo, o viceversa.
Por supuesto, no hay una u otra; solo la necesidad de un diálogo más significativo. Y en estos últimos cuatro años, la UE todavía ha hecho muy poco para igualar su ambición de “ autonomía estratégica ” de manera compatible con la asociación con la OTAN.
La retórica es banal: hace tiempo que ha llegado el momento de convertir las palabras en hechos.
Hay frutos maduros en los que la UE puede centrarse para demostrar su voluntad de cumplir su llamado. Estados Unidos puede ayudar a frenar a algunos de los actores que interrumpen la seguridad europea, como las empresas de Turquía en el Mediterráneo oriental , pero la UE deberá elaborar la respuesta para proteger sus intereses vitales y su soberanía. Washington puede engañar a los líderes de los Balcanes enfrentando a Rusia y China contra la UE , pero es la UE la que necesita proporcionar un plan creíble para poner fin a las disputas en la región.
Estas son solo dos de las muchas crisis cercanas a casa en las que la UE ya no puede permitirse un desempeño inferior.
Una visita temprana a Europa por parte de la administración entrante de Biden señalaría el compromiso de Estados Unidos con la OTAN y sus aliados. La larga lista de áreas en las que Europa y Estados Unidos pueden trabajar mejor juntos ya está ahí e incluye la pandemia del coronavirus, la crisis climática y la cooperación en instituciones multilaterales.
Pero esto es solo el comienzo de un largo camino por recorrer. Detrás del transatlantismo perezoso de Europa, hay una serie de cuestiones en las que los europeos y los estadounidenses no están de acuerdo, desde la tecnología hasta el trato con China. Estos requieren un diálogo honesto y el fomento de la confianza para evitar marcar la relación, como mínimo.
De cara al futuro, el panorama más amplio justificaría una ambición aún mayor. La singularidad de la relación transatlántica está en el grado en que se comparten desafíos formidables.
A medida que la crisis climática hace estragos , tanto en Europa y los Estados Unidos tendrán que luchar con una recesión de pandemia inducida que pondrá a prueba la organización interna de sus economías, así como los fundamentos conceptuales de la economía mundial. Se cuestiona la hiperglobalización y una economía verde se convierte en la nueva demanda de la política progresista.
Europa y Estados Unidos necesitarán lidiar con la agitación mundial, el declive relativo de su poder e influencia globales mientras los actores geopolíticos disruptivos socavan la estabilidad y la cooperación, y un sistema internacional que se debilita.
La pandemia también corre el riesgo de anular los logros en la reducción de la pobreza en los países de bajos ingresos, lo que exige el compromiso de los más ricos para abordar la desigualdad mundial.Las instituciones internacionales recibirán un impulso de la intención de Biden de regresar al Acuerdo de París sobre el cambio climático , permanecer en la Organización Mundial de la Salud y poner fin a la disrupción de la Organización Mundial del Comercio por parte de Estados Unidos, pero se necesitarán muchas más reformas para salvar el multilateralismo.
Por último, Europa y Estados Unidos deberán centrarse en la reforma democrática interna para proteger a sus sociedades del auge del autoritarismo y el populismo. La movilización de 71,5 millones de partidarios de Trump en las elecciones de 2020 demuestra que la derrota del presidente no es el fin del trumpismo. Europa también tiene sus propias variantes de populistas de menor tamaño que desde hace mucho tiempo persiguen la democracia y la capacidad de la UE para actuar en el escenario mundial.
Cualquiera que todavía crea que los últimos cuatro años fueron un paréntesis o una aberración debería volver a pensarlo. Para proteger nuestras sociedades y la relación transatlántica de otra degeneración, la UE y los Estados Unidos deben emprender reformas ambiciosas, tanto a nivel nacional como internacional. Ahora es la oportunidad de hacerlo uno al lado del otro.
Nacho Alarcón habla de normalización de la relación, pero sin esperar que se realice un giro de 180 grados.
Joe Biden ya pudo celebrar, por fin y tras varios días de recuento, que será el próximo presidente de los Estados Unidos. Un nuevo capítulo en las relaciones entre Washington y la Unión Europea tras cuatro años convulsos. Y como regalo de bienvenida, Bruselas anunció aranceles por valor de 4.000 millones de dólares contra productos americanos, como parte del largo pulso Airbus-Boeing, después de recibir la luz verde el mes pasado por parte de la Organización Mundial del Comercio (OMC).
La tensión comercial y las medidas unilaterales a golpe de aranceles han marcado las relaciones entre los Estados Unidos y la Unión Europea durante los últimos cuatro años. Tras la victoria de Biden, la pregunta obvia es, ¿y ahora qué? No hay una respuesta simple: las relaciones comerciales seguirán siendo complejas y difíciles durante los próximos años.
El principal cambio que va a notar la Unión Europea a partir de finales de enero, cuando el nuevo presidente electo acceda al despacho oval de la Casa Blanca, va a ser en la actitud general, un fin de las hostilidades, una vuelta a una relación ‘civilizada’. En general, se entrará en un periodo de ‘normalización’ en todos los frentes. Pero eso no significa ni debe confundirse con un cambio de 180 grados en la hoja de ruta de Washington. Bruselas ya está descubriendo ambas cosas. Valdis Dombrovskis, vicepresidente ejecutivo de la Comisión Europea, ya ha explicado que su equipo está en contacto con el del presidente electo.
Proteccionismo
Habrá dos ejes de rotación para la presidencia Biden que la UE tendrá que observar y que serán el escenario base para los Veintisiete. Por un lado, como cuando llegó a la vicepresidencia de los Estados Unidos, el ahora presidente electo se encuentra con una economía que sufre, en este caso, por las consecuencias de la pandemia, por lo que durante buena parte de este mandato la Casa Blanca vivirá mirando hacia el interior de los EEUU.
Eso hace que muy pocos expertos, analistas y políticos en Bruselas esperen un cambio radical en el discurso de Biden, al menos hasta las elecciones de mitad de mandato, las de 2022. “Cualquier regreso a las negociaciones sobre un acuerdo integral, como la Asociación Transatlántica de Comercio e Inversión, es muy poco probable. Pero, al final del mandato de Biden, y a medida que se produzca la curación de la crisis del covid-19, habrá oportunidades para acuerdos parciales”, señalan Uri Dadush y Guntram B. Wolff en un reciente ‘paper’ del ‘think tank’ económico Bruegel.
Juan Ramón Rallo recuerda que el Buy American, en su origen, fue impulsado por los demócratas, por lo que cabe esperar que se reconduzca, más que se abandone el proteccionismo.
El proteccionismo es algo que estaba en la agenda americana antes de que Donald Trump llegara a la presidencia, y Biden lo sabe: era vicepresidente cuando Barack Obama puso sobre la mesa el ‘Buy American’ en 2009, y la idea de “proteger los empleos americanos” como un elemento de las relaciones comerciales está bien enraizada en la agenda demócrata. Además, en la propia Unión Europea hay un cambio hacia una actitud algo más proteccionista en lo que se ha bautizado como ‘el fin de la ingenuidad europea’.
“El tema arancelario llevará más tiempo, no olvidemos que el ‘Buy American’ sigue formando parte de la idiosincrasia americana: lo fue con Obama, lo ha sido con Trump en modo exacerbado y no creo que Joe Biden vaya a cambiar eso”, asegura la eurodiputada socialista Inmaculada Rodríguez-Piñero, que sin embargo mantiene un tono positivo: “Hay muchas cosas en las que se puede avanzar y que se pueden reconducir”.
China
El segundo eje de rotación de la presidencia Biden será China. El comercio es en parte una extensión de las prioridades de seguridad, y en este sentido en las últimas décadas se ha visto cómo, reflejo de un cambio en la agenda de seguridad, se ha producido un giro desde el Atlántico hacia el Pacífico. “Es verdad que Donald Trump identificó con bastante acierto los principales problemas frente a China, pero lo resolvió muy mal”, explica a El Confidencial Inmaculada Rodríguez-Piñero, que pertenece a la comisión de Comercio Internacional del Parlamento Europeo.
Biden seguirá teniendo China como su prioridad, pero cambiará su actitud hacia el gigante asiático en ese intento por normalizar la situación. Eso podría incluir, según esperan Dadush y Wolff, el fin de los aranceles del 65% a las importaciones desde China. Seguramente el objetivo del presidente demócrata sea ser la seda tras la lija de Trump: tras años de tensión, Biden ofrecería tranquilidad a cambio de reformas importantes en la economía china.
Zigor Aldama apunta a la necesidad de que Europa defina su estrategia con China, bien para trabajar junto con USA en las reformas exigibles o bien para marcar una agenda propia.
Los expertos de Bruegel ven una ventana de oportunidad para la Unión Europea. “A diferencia del enfoque esencialmente aversivo de Trump hacia Europa, trabajar junto con aliados para presionar a China sobre las reformas será fundamental para la presidencia de Biden y representaría una oportunidad para la UE”, señalan. En esa misma línea apunta Rodríguez-Piñero, que llama a que la Unión y Estados Unidos “trabajen conjuntamente para tratar de buscar ese entendimiento con China para el cumplimiento de las normas del comercio internacional”.
Edward Knudsen, del Centro Delors, alerta sobre la posibilidad de que la UE se deje convertir en una extensión de la política exterior americana en el asunto chino, y señala que debería seguir su propia agenda. “Europa debería resistir la tentación de unirse a la guerra fría liderada por Estados Unidos con China o Rusia”, escribe en un documento previo a los comicios.
OMC y otros asuntos
Sobre la reforma de la Organización Mundial del Comercio (OMC), hay emociones encontradas: no será posible un éxito total, pero desde luego la manera de negociar de Biden será muy distinta a la de Trump, y eso ya será un comienzo muy importante. “Específicamente, bajo Biden, Estados Unidos probablemente hará recomendaciones concretas para reformar el funcionamiento del Órgano de Apelación y, a cambio, permitir la renovación de sus jueces”, auguran Dadush y Wolff.
En la reforma de la OMC, Estados Unidos podrá trabajar con la Unión Europea. Para Rodríguez-Piñero, este asunto es la prioridad fundamental para la nueva etapa de las relaciones transatlánticas: “Es fundamental salvar la OMC. Hay que volver al multilateralismo y hacer las reformas que requiere la organización, pero desde dentro. Es fundamental recuperar la amistad, la credibilidad y la confianza mutua, solo se puede negociar cuando se confía en el que está en el otro lado, y con Trump era impensable”.
Además, se espera una rápida reincorporación americana al Acuerdo de París de 2015 sobre el clima. Eso abriría la puerta a una mayor cooperación transatlántica en esta materia, y quizá se abra la ventana de oportunidad para acuerdos relacionados concretamente con estos asuntos, como por ejemplo un impuesto al carbono en frontera.
Finalmente, tal y como señala el Wall Street Journal, otro de los debates clave será la fiscalidad sobre los gigantes digitales, aunque la Administración Biden previsiblemente seguirá intentando evitar medidas especialmente dirigidas a sus multinacionales en el marco de las negociaciones de la OCDE.
Los expertos de Bruegel esperan un acercamiento de posiciones, pero seguramente sea muy discreto.
“Los europeos deben evitar su propia forma de nostalgia. El caos y la agitación de la Administración Trump han dejado a muchos atlantistas añorando la política exterior de la era Obama. Debido a las cambiantes circunstancias geopolíticas, esto no es suficiente”, escribe Knudsen. Por su parte, Dadush y Wolff ponen el acento sobre la necesidad de que la UE tenga claras sus prioridades y sus oportunidades, de forma que la Administración Biden encuentre en los Veintisiete unos socios sólidos con una agenda clara y común que permita aprovechar las distintas oportunidades que se presenten durante los próximos años.