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La oportunidad de la reindustrialización

Las claves: 

  • En España, Europa y Estados Unidos ha arrancado el motor de la reindustrialización: aumentar el peso de la industria en sus economías

  • La industria representa el 16% del PIB español, por debajo de la media europea del 20%

  • Nuestro país es una referencia mundial en producción de tecnología solar y eólica y aspira a situarse en el mapa con la fabricación de chips

 

Una gran empresa estadounidense de chips acaba de elegir España para instalar una planta de semiconductores, una de las piezas básicas de la industria de la electrónica. No será la última noticia al respecto. Nuestro país y Europa han arrancado el motor de la reindustrialización: la vuelta a casa de empresas que se fueron y la llegada de las actividades que están por venir.

Hablamos de recuperar industrias perdidas y también de atraer nuevas“, resumía el presidente Pedro Sánchez hace unos días. Es una de las cuatro prioridades de la presidencia española del Consejo de la UE este semestre. Se va a hablar mucho de reindustrialización, de aumentar el peso de este sector frente a la agricultura, la construcción y los servicios.

Los movimientos tectónicos que se han producido en la geoestrategia del mundo han reforzado la idea de esta vuelta a casa de la industria en el viejo continente. La mano de obra barata ya no es el único factor relevante a la hora de ubicar estas actividades. Ahora se añaden cuestiones de soberanía, de transición energética y digital.

En este proceso de reindustrialización que recorre toda Europa (y también EE.UU.), España estaría bien posicionada, según los expertos. “La descarbonización de la industria –su reducción de emisiones de CO2– es una oportunidad para España porque es una potencia mundial en producción de tecnología fotovoltaica y eólica”, apunta Judith Arnal, investigadora sénior asociada en el Real Instituto Elcano.

De momento, cuatro de cada diez plantas de baterías que se van a construir en Europa se ubicarán en nuestro país. Solo nos supera Alemania. La más grande en nuestro caso será la gigafactoría de Volkswagen en Sagunto (Valencia). Otro megaproyecto que ha elegido España: el del naviero Maersk para producir hidrógeno verde.

Esta semana se ha sumado la única planta de semiconductores que tendrá la estadounidense Broadcom en Europa. “Pone a España en el mapa y abre la puerta a otras inversiones milmillonarias de este sector en el país”, aseguraba la vicepresidenta Nadia Calviño.

Las cifras avalan esta llegada de dinero de fuera. España recibió 34.178 millones de inversión extranjera el año pasado, un 14% más. Es el el segundo valor máximo de la serie histórica. Estados Unidos, Reino Unido y Alemania destacan en estas inversiones destinadas, principalmente, a proyectos relacionados con suministro de energía eléctrica, fabricación de material y equipo eléctrico y telecomunicaciones.

¿España es atractiva?

Todos los discursos sobre reindustrialización se acompañan de una palabra: oportunidad. ¿Cuál puede ser ahora la ventaja competitiva de España, un país que además tiene un menor peso de la industria que la media europea? Algunos apuntan al cielo.

Nunca hemos afrontado una revolución industrial con una materia prima abundante. Tenemos viento y mucho sol bueno”, defendía José Donoso, director general de UNEF, hace unas semanas en el curso de la APIE en Santander. La misma instalación de placas solares genera el doble de electricidad en España que en Alemania, pone de ejemplo. El despliegue de renovables reducirá el coste del kilovatio y eso puede generar un atractivo para que las empresas se instalen en nuestro país: luz barata.

Precisamente los objetivos de electrificación del Gobierno se acaban de revisar al alza. Esto es, conseguir que empresas, hogares, industrias y transporte se alimenten de kilovatios y no de gas o petróleo (que además en su mayoría se compra fuera del país). Según las previsiones del Gobierno el 34% de la economía del año 2030 estará electrificada y ocho de cada diez de esos kilovatios será de origen renovable. La fotovoltaica superará a la eólica en pocos años.

“Creo que hay pocos precedentes para poder ser un país que suministre no solo sol y viento sino las infraestructuras para generar esto”, apuntaba Unai Sordo, secretario general de CC.OO., en las jornadas APIE. “La clave en el proceso de reindustrialización es conseguir atraer empresas con gran intensidad tecnológica porque son las que mayor poder de arrastre tienen luego en la economía”, explica Arnal.

Gran parte del atractivo industrial de nuestro país gira en torno a la energía. El hidrógeno es la estrella de las inversiones: hay 123 proyectos asociados a esta tecnología que suman una inversión de 21.000 millones de euros hasta el año 2030, según datos de la AHE. Uno de los últimos, la planta de amoniaco verde de Iberdrola en Huelva, la más grande de Europa.

El Gobierno también ha dotado de más dinero al Perte del hidrógeno y habla de “industrialización estratégica” como nuevo objetivo de los fondos europeos.

Todo pasa por las materias primas

Casi cualquier intento de reindustrialización pasa por tener acceso a materias primas críticas como el galio, litio, boro, wolframio, titanio… Para eso la UE ha puesto en marcha la Ley Europea de Materias Primas. Se trata de “garantizar un suministro seguro y sostenible de materias primas fundamentales para la industria europea y reducir significativamente la dependencia de la UE con respecto a las importaciones suministradas por un solo país”. Léase China.

“Hay grandes objetivos planteados para asegurarse el suministro, pero existe cierto desacoplamiento con las medidas que se proponen para alcanzar estas metas“, opina Arnal. Ahí podría radicar uno de los puntos débiles de la reindustrialización europea.

Nuestro país lleva ya tiempo analizando la posibilidad de explotar yacimientos de litio, el también llamado oro blanco español. En Extremadura, muy cerca del propio yacimiento se ubicará una fábrica de baterías de litio.

España por debajo de la media europea

La vuelta del protagonismo del sector secundario (así se llama a la industria en los textos de economía), es una antigua reivindicación de los empresarios. “Cuando un territorio está industrializado los empleos son de mayor calidad y el paro es menor del 10%, incluso el femenino. Son datos objetivos”, aseguraba Antonio Garamendi, presidente de la CEOE en Santander.

España sigue siendo una economía predominantemente de servicios: genera el 67,5% del PIB. Sin embargo, la industria ha sido el sector que más peso ha ganado en la economía desde que arrancó la pandemia. En el año 2019 suponía el 14,3% del PIB y en el arranque de 2023 el porcentaje se elevaba hasta el 16,1%. Es el nivel más alto desde el año 2008. A mitad de los años noventa rondaba el 20%, el nivel medio que tiene ahora la UE. Es todavía pronto para sacer conclusiones de este avance, pero todo indica que no se va a detener.

 

 

A nivel europeo, la industria representa el 20% de la economía de la UE y da trabajo a 35 millones de personas. En Europa se habla en términos de ‘nueva vía industrial’ capaz de adaptarse “a las ambiciones de hoy y las realidades del mañana”. Quizá la mejor manera de entender esta nueva reconversión es regresar a Sagunto.

En esta localidad valenciana se ubicaron en su día los Altos Hornos del Mediterráneo. La política industrial de la dictadura apostó por sectores muy intensivos en energía que no teníamos. Un error, apuntan los analistas. Cuando llegó la crisis del petróleo de los años 70 nos quedamos fuera de juego. No éramos competitivos y todas estas empresas tuvieron que cerrar con la consiguiente pérdida de empleos y pujanza económica de la zona.

Tres décadas después, en Sagunto se van a fabricar las baterías de los coches del futuro. La industria reconvertida ha vuelto a casa.

 

Fuente: Rebeca Gimeno- Neus

Foto: fly-d-FfS1BhGHXbw-unsplash

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