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El desconocido impacto del precio del transporte en la inflación

La clave:

  • Los cambios de precios en el transporte tienen un notable impacto en la inflación y su efecto es más duradero que, por ejemplo, los costes de la energía, en los que ha puesto el foco para explicar el repunte de la inflación.
  • Las caídas en los costes de envío en 2022 tenderán a reducir la inflación en 2023

 

La inflación despertó con violencia en 2021. Los precios comenzaron a dispararse a mediados de ese año para mantener una tendencia alcista que se prolongó mucho más de lo que habían vaticinado los bancos centrales y otras instituciones financieras. ¿Cuál fue el error de medición? Estos expertos y economistas pusieron el foco en la subida de precio de la energía (un componente muy volátil) sin prestar atención a los cambios de precios en el transporte, cuyo impacto en la inflación es notable y algo más duradero. Al menos lo suficiente como para hacer un fenómeno temporal algo más duradero y desbaratar las previsiones de instituciones como el Banco Central Europeo o el Fondo Monetario Internacional.

Este último organismo es el que ha puesto de relieve este ‘fallo’ a la hora de analizar el comportamiento de los precios y lanzar las previsiones. Los economistas Yan Carrière-Swallow, Pragyan Deb, Davide Furceri, Daniel Jiménez y Jonathan D.Ostry han publicado un trabajo en el que explican por qué la Fed o el BCE se equivocaron a la hora de pronosticar la inflación.

Además, estos expertos creen que todo hace indicar que ahora nos estamos adentrando en una etapa de desinflación (moderación de la subida de precios). Aunque la inflación pueda repuntar por los cambios metodológicos introducidos por Eurostat en enero, la tendencia subyacente es la de una desinflación notable.

“Vale la pena recordar que en la segunda mitad de 2021, la Reserva Federal consideró que el aumento en la inflación se disiparía, y los aumentos de precios regresarían al objetivo del 2% en 2022. En testimonio ante el Congreso, el presidente de la Fed, Jerome Powell, acuñó el ahora infame apodo de “transitorio” a los aumentos de precios, que atribuyó a cuellos de botella temporales en el suministro y a las caídas de precios (efecto base) en las primeras etapas de la pandemia”, explican estos expertos en su trabajo.

Tanto la Fed (hasta noviembre de 2021 no quitó el adjetivo transitorio a la inflación) como el BCE rechazaron que los aumentos de precios pudieran estar relacionados con una economía que se estaba sobrecalentando (es decir, que el gasto fuera por delante de una oferta que no lograba achicar la brecha positiva de producción), una opinión que, sin embargo, ya estaba circulando en algunos círculos.

En el caso del BCE se pueden encontrar discursos hasta finales de 2021 en los que algunos dirigentes importantes seguían insistiendo en la transitoriedad de la inflación. Esta teoría se basaba en la importancia que estaba teniendo la energía en el fenómeno inflacionario. La volatilidad de la energía puede provocar fuertes subidas de la inflación, pero sin efectos de segundo ronda su impacto suele ser limitado en el tiempo. Sin embargo, no solo la energía estaba detrás de la subida de la inflación.

No obstante, el FMI hace autocrítica en este informe, un gesto que no todos los organismos que erraron han tenido: “La Fed no fue la única que malinterpretó las implicaciones de los datos ya disponibles en 2021. El FMI, cuyo mandato es adoptar una visión independiente de la evolución y las políticas de los países miembros, describió el aumento inflacionario en un blog de su (entonces) economista jefe, Gita Gopinath, en los mismos términos que la Fed, apuntando a causas transitorias y consolándose con el anclaje de las expectativas de inflación. Al igual que la Fed, el FMI no mencionó en sus actualizaciones la posibilidad de un recalentamiento económico y la persistencia de la inflación”, señalan estos economistas.

¿Qué falló con la inflación?

La tarea tampoco era sencilla. Las previsiones de inflación son cambiantes del mismo modo que cambian los factores que la provocan o la agravan, como ha podido ser la guerra en Ucrania: las interrupciones en la cadena de suministro relacionadas con la política de covid-cero en China y los aumentos de precios de las materias primas debido a la invasión de Ucrania por parte de Rusia eran casi imprevisibles.

Otros factores cuyo impacto fue difícil de predecir con precisión, por ejemplo, el uso del exceso de ahorros de la era de la pandemia, que impulsó la demanda. Los pronosticadores económicos, ya sea en la Fed o en el FMI, no son expertos en geopolítica o salud pública y, a menudo, lo mejor que pueden hacer es hacer una conjetura con la información que reciben. El error estuvo en no poner el foco en los indicadores que sí conocen y que en otras ocasiones han generado brotes de inflación duraderos.

Estos economistas creen que la Fed, el BCE o el FMI deberían haber prestado mayor atención al rápido aumento en los costes de envío globales. En octubre de 2021, los indicadores de los fletes marítimos para enviar contenedores con mercancías de un lugar a otro del mundo habían aumentado en más del 600% desde sus niveles previos a la pandemia, mientras que el coste del envío de productos a granel por mar se había más que triplicado.

 

La importancia del transporte

“Mientras el aumento de precios del petróleo, los alimentos o el gas aparecía en los titulares, el aumento de los costes de envío parecía pasar desapercibido, a pesar de su potencial impacto inflacionario. Nuestro análisis sugiere si los costes de envío se duplican, esto provoca que la inflación aumente aproximadamente 0,7 puntos porcentuales. Dado el aumento real en los costes de envío globales durante 2021, estimamos que el impacto en la inflación en 2022 fue de más de 2 puntos porcentuales, un efecto enorme”, señalan los autores del informe.

“Nuestro estudio también muestra que el efecto del shock de los costes de envío sobre la inflación es más duradero que los efectos de los shocks de los precios de las materias primas, alcanzando su punto máximo después de aproximadamente un año y con una duración de hasta 18 meses. Por el contrario, el impacto de los precios mundiales del petróleo en la inflación de los precios al consumidor alcanza su punto máximo después de solo dos meses”, explican estos expertos que trabajan para el FMI.

Por supuesto, este resultado promedio varía entre economías y regiones, y depende de los marcos de política monetaria, en particular el historial de los bancos centrales a la hora de estabilizar los precios y de anclar las expectativas de inflación, así como de características más estructurales como la geografía (que afecta la lejanía de una economía y dependencia de las mercancías enviadas por mar).

“Nuestra evidencia sugiere que es probable que el impacto del aumento de los costes de envío sean mayores y más persistentes en países con expectativas de inflación menos ancladas y marcos de política monetaria más débiles. Los países con bajos ingresos y algunas economías de mercados emergentes pueden estar en mayor riesgo que las economías avanzadas“, aseguran los economistas que han publicado este trabajo.

Los países avanzados, además de contar con una historia reciente en la que ha dominado la estabilidad de precios, también cuentan con unos bancos centrales cuya credibilidad es mayor, lo que permite un control más sencillo de las expectativas de inflación.

 

¿Qué pasará con la inflación?

“Nuestras estimaciones, además, son simétricas, de modo que las caídas en los costes de envío (que se están viendo ahora ) tenderían a reducir la inflación en el año siguiente. La implicación es que la gran moderación en los costes de envío en 2022 contribuirá a revertir las presiones inflacionarias (una gran desinflación)”, sentencian los economistas del FMI.

Hasta la fecha, el papel de los costes de envío como conductor (impulsor y freno) de la inflación global está poco reconocido, según el trabajo de estos economistas. “Esto necesita cambiar”. Yan Carrière-Swallow, Pragyan Deb, Davide Furceri, Daniel Jiménez y Jonathan D.Ostry creen que este indicador puede alertar a los bancos centrales y mejorar su trabajo a la hora de garantizar la estabilidad de precios y ayudarles a reducir el riesgo de quedarse atrás una vez más.

 

Fuente: El Economista

Foto:  alexander-schimmeck– Unsplash

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