La etiqueta ‘verde’ hace meses que se ha colado como coletilla en la mayoría de los sectores de la economía. Hoy todo es ecológico y sostenible; desde los yogures hasta las vigas para la construcción. El sector del acero no iba a ser diferente. Y en un momento en el que cada vez son más los clientes que miden las emisiones a la hora de adquirir sus productos, este apellido cobra especial importancia. El problema llega cuando ni el propio sector se pone de acuerdo sobre qué es acero verde. A falta de una normativa común, cada empresa barre casa y promulga estándares que beneficien a sus mediciones. Así, Acerinox y Arcelormittal respaldan la asociación Responsible Steel mientras que Celsa es uno de los fundadores de Global Steel Climate Council (GSCC). Evidentemente, cada uno defiende su organización y acusa a la otra de ser poco fiable.
El sector siderúrgico emite entre el 7% y el 9% de las emisiones de CO2 mundiales. “En el caso del acero, la mayor parte de la contaminación viene de los altos hornos, pero durante la producción del material se utiliza también coque, un derivado del carbón, que produce también CO2”, explicó Rafael González, jefe de Departamento de Ingeniería Química del Institut Químic de Sarrià (IQS), a este medio.
Por ello, las compañías han entrado en una carrera para certificar su producto bajo la etiqueta de sostenible. Celsa promueve Global Steel Climate Council, una iniciativa principalmente estadounidense, en la que también están firmas como Megasa, el Grupo Riva o Siderúrgica Balboa. Viene a desafiar el sello de Responsible Steel, en el que están Arcelormittal, Acerinox –al fabricar acero inoxidable este enfrentamiento no le afecta tanto-, Cargill o Mercedes Benz.
“Nos encontramos el caso de que con otras iniciativas había acero etiquetado como verde que emitía cinco o seis veces más que el nuestro; creíamos que no se estaba dando una solución suficientemente exhaustiva”, señala Franc Cardona, responsable de asuntos públicos de Celsa. La firma catalana es una de las más avanzadas del sector en cuanto a sostenibilidad, pues sus hornos son eléctricos.
GSCC está todavía en un proceso de consulta pública, dándose a conocer a autoridades y potenciales clientes. Sus impulsores aspiran que se sus criterios se incorporen en las compras. “California, por ejemplo, ha incorporado unos umbrales máximos de emisiones de CO2”, añade Cardona.
Ligeramente mayor recorrido tiene Responsible Steel. Una compañía agrupada bajo este sello defiende que su iniciativa puede representar mejor el acero verde debido a que tiene en cuenta el camino entero del producto –algo que también asegura Global Steel Climate Council- y que se puede producir productos sostenibles con hornos de carbón si se ahorran emisiones a la hora de recoger la chatarra, por ejemplo.
En busca de un estándar público para el acero
Trata de dar una visión transversal Andrés Barceló, director general de la patronal, Unesid. “Hay que recordar que no son estándares establecidos, son iniciativas privadas de parte”, sostiene. “Y la diferencia está en los matices, a unos les interesa más resaltar determinadas virtudes y a otros les viene bien ocultar determinados defectos”, añade.
El dirigente aboga por una normativa común, reconocida por instituciones y todo el sector. “Estamos trabajando a nivel europeo por una definición común de acero verde, porque incluso hay veces que provoca sonrojo ver ciertas cosas, pero es imprescindible ponerse de acuerdo. Todo el mundo está convencido de que hay que hacerlo, pero hasta el momento no ha pasado”, zanja.
Mientras, ambos estándares no dudan de señalar al otro de greenwashing (ecoblanqueo) o iniciativa de marketing para vender más. Más en un momento de tensión para el sector.
Y la Unión Europea trabaja en una normativa para terminar con estas prácticas. En marzo, presentó una propuesta para establecer criterios comunes para todo el continente contra el blanqueo ecológico. En 2020, la Comisión Europea realizó un estudio en el que detectó que el 53% de las declaraciones medioambientales eran engañosas y el 40% de ellas no estaban adecuadamente respaldadas.
Por ello, ahora pretende que este tipo de mensajes lleven detallados si se refieren a todo el producto o solo a ciertas partes de su actividad y que las comparativas hechas con otras empresas se hagan de manera concreta y más detallada de lo que se hace hasta ahora.
Será complicado en el sector del acero, pues no hay ni siquiera un consenso sobre lo que es sostenible. Un estudio reciente publicado en el Journal of Cleaner Production sostenía que existe el debate de dónde trazar la línea para determinar que un producto es ecológico. Además, existen varias metodologías para contabilizar el carbono, y varias opciones dentro de cada metodología. Un problema añadido es que existen varias maneras para producir acero: la primaria y la que usa acero reciclado, por lo que es todavía más complicado comparar ambas vías.
Una conclusión: “La reducción de las emisiones de carbono para alcanzar las cero emisiones tardaría 4,5 veces más con la vía primaria que con la secundaria. Por tanto, las empresas siderúrgicas primarias pueden considerar que se hallan en desventaja para poder cumplir con los criterios del acero ecológico”, advertían los autores del texto.
Fuente: Carles Huguet- El Economista
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