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Olvídense de EE.UU.: Europa se ha impuesto aranceles a sí misma con éxito

La clave: 

  • Las últimas semanas han sido un duro recordatorio de las vulnerabilidades de Europa. La eurozona apenas creció a fines del año pasado, lo que subraya la fragilidad de la recuperación interna, y Estados Unidos comenzó a imponer aranceles a sus principales socios comerciales, y la UE está en la mira. Esta perspectiva genera más incertidumbre sobre el crecimiento europeo, dada la dependencia de la economía de la demanda externa.

Dos factores importantes han llevado a Europa a esta situación, pero también pueden sacarla de ella si está dispuesta a afrontar un cambio radical.

La primera es la incapacidad de la UE para abordar sus limitaciones de suministro, especialmente sus elevadas barreras internas y obstáculos regulatorios, que son mucho más perjudiciales para el crecimiento que cualquier arancel que pudiera imponer Estados Unidos, y sus efectos nocivos están aumentando con el tiempo.

El FMI estima que las barreras internas de Europa equivalen a un arancel del 45% para las manufacturas y del 110% para los servicios. Estas barreras reducen efectivamente el mercado en el que operan las empresas europeas: el comercio entre los países de la UE es menos de la mitad del nivel de comercio entre los estados de Estados Unidos. Y a medida que la actividad se desplaza más hacia los servicios, su lastre general para el crecimiento se vuelve peor.

Al mismo tiempo, la UE ha permitido que la regulación controle la parte más innovadora de los servicios (la digital), lo que obstaculiza el crecimiento de las empresas tecnológicas europeas e impide que la economía logre grandes ganancias de productividad. Se estima , por ejemplo, que los costos de cumplir con el RGPD han reducido las ganancias de las pequeñas empresas tecnológicas europeas hasta en un 12%.

En conjunto, Europa ha estado aumentando efectivamente los aranceles dentro de sus fronteras y aumentando la regulación en un sector que representa alrededor del 70 por ciento del PIB de la UE.

Esta falta de reducción de las barreras internas también ha contribuido a la inusualmente alta apertura comercial de Europa. Desde 1999, el comercio como porcentaje del PIB ha aumentado del 31% al 55% en la eurozona, mientras que en China aumentó del 34% al 37% y en los Estados Unidos del 23% a apenas el 25%. Esta apertura era una ventaja en un mundo en proceso de globalización, pero ahora se ha convertido en una vulnerabilidad.

La paradoja es que, si bien las barreras internas se mantuvieron altas, las externas cayeron a medida que se aceleró la globalización.

Las empresas de la UE buscaron en el exterior alternativas para compensar la falta de crecimiento interno y las importaciones se volvieron relativamente más atractivas. Por ejemplo, se estima que desde mediados de los años 1990 los costos del comercio de servicios han disminuido un 11% dentro de la UE, pero un 16% en el caso de las importaciones procedentes de fuera de la UE. Esto ayuda a explicar por qué el comercio de servicios dentro y fuera de la UE es hoy aproximadamente el mismo como porcentaje del PIB, algo impensable en una gran economía totalmente integrada.

El segundo factor que frena a Europa es su tolerancia a una demanda persistentemente débil, al menos desde la crisis financiera mundial de 2008. Esto ha exacerbado todos los problemas causados ​​por las limitaciones de la oferta. Hasta la crisis, la demanda interna como porcentaje del PIB en la eurozona estaba cerca de la mitad del rango de las economías avanzadas. Después, cayó al fondo y se mantuvo allí. Estados Unidos se ha mantenido en la cima durante todo el período. Esta ampliación de la brecha de demanda ha contribuido a convertir la alta apertura comercial en elevados superávits comerciales: la cuenta corriente de la eurozona ha pasado de estar prácticamente equilibrada hasta 2008 a superávits persistentes a partir de entonces.

Y la débil demanda ha contribuido a un crecimiento excepcionalmente débil de la productividad total de los factores después de las recesiones, un patrón que no se observa en Estados Unidos. Esto puede explicarse en parte por el efecto de la demanda en el ciclo de innovación.

Las investigaciones indican que los shocks de demanda impulsados ​​por las políticas tienen un efecto significativo en la inversión en I+D, especialmente en tecnologías disruptivas. Si bien la brecha de demanda tiene diferentes impulsores, el más significativo ha sido la orientación relativa de las políticas fiscales.

Entre 2009 y 2024, medidos en euros de 2024, el gobierno estadounidense inyectó cinco veces más fondos a la economía a través de déficits primarios: 14 billones de euros frente a 2,5 billones de euros en la eurozona. Ambas deficiencias (la oferta y la demanda) son en gran medida responsabilidad de Europa, por lo que está en su poder corregirlas.

Un esfuerzo inquebrantable por eliminar las limitaciones de la oferta ayudaría a los sectores innovadores a crecer y, al redirigir la demanda hacia el mercado interno, reduciría la apertura comercial sin levantar barreras comerciales. La nueva Brújula de Competitividad de la Comisión Europea ofrece una hoja de ruta para lograrlo.

Al mismo tiempo, un uso más proactivo de la política fiscal —en la forma de una mayor inversión productiva— ayudaría a reducir los superávits comerciales y enviaría una fuerte señal a las empresas para que inviertan más en I+D. Pero este camino exige un cambio fundamental de mentalidad.

Hasta ahora, Europa se ha centrado en objetivos individuales o nacionales sin tener en cuenta su costo colectivo. La conservación del dinero público respaldaba el objetivo de la sostenibilidad de la deuda. La proliferación de regulaciones estaba diseñada para proteger a los ciudadanos de los nuevos riesgos tecnológicos.

Las barreras internas son un legado de épocas en las que el Estado nacional era el marco natural para la acción. Pero ahora está claro que actuar de esta manera no ha traído bienestar a los europeos, ni ha saneado las finanzas públicas, ni siquiera la autonomía nacional, que se ve amenazada por presiones externas. Por eso es necesario un cambio radical.

 

Fuente: Mario Draghi- Financial Times

Foto:  lukas-unsplash

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