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Los peligros del nacionalismo del dólar se ciernen sobre la economía mundial

La clave: 

  • Aún más grave que una subida de tipos de la Fed sería una devaluación de la moneda estadounidense impulsada políticamente

El dólar es la moneda de Estados Unidos y del mundo. Mientras que Estados Unidos representa aproximadamente el 15,5% del PIB mundial (PPA), el dólar interviene en el 88% de todas las transacciones monetarias internacionales. Alrededor del 58% de las reservas mundiales se mantienen en la moneda estadounidense.

Los aspectos económicos de esta situación asimétrica son ambiguos. La condición de reserva del dólar favorece el déficit por cuenta corriente de Estados Unidos, que favorece a los importadores estadounidenses y crea mercados para el resto del mundo, pero también desvía la economía estadounidense de los bienes comercializados. La difusión mundial del dólar convierte a la Reserva Federal en el banco central del mundo. La ubicuidad del dólar también confiere un enorme poder al Estado estadounidense. Las sanciones financieras estadounidenses son una sentencia de muerte comercial.

En un mundo cada vez más multipolar y antagónico, ¿cuánto tiempo puede durar este extraño híbrido de confrontación punitiva y cooperación comercial?

Algunos en Washington temen que Estados Unidos utilice en exceso su arma de las sanciones, erosionando la confianza en el dólar y, en última instancia, su propia fuente de poder. Sin embargo, una amenaza mucho mayor para el statu quo proviene del funcionamiento del propio sistema monetario.

El sistema mundial del dólar funciona mejor cuando los dólares abundan, cuando los tipos de interés estadounidenses son bajos y las demás divisas están en alza. El fácil acceso a los dólares aviva la actividad económica en todo el mundo. Ahora mismo, nos encontramos en la configuración opuesta. La recuperación alcista de la economía estadounidense ha obligado a la Reserva Federal a subir los tipos, lo que ha disparado el dólar y ejercido presión sobre los negocios en dólares en todo el mundo.

Esto es incómodo, pero no es en sí mismo motivo de preocupación sistémica. Las élites financieras de todo el mundo saben cómo reaccionar ante la presión del dólar fuerte. El Banco Central Europeo y el Banco de Japón calibrarán su fijación de tipos de interés. Los principales bancos centrales de los mercados emergentes tienen la capacidad de intervenir para gestionar la depreciación.

Pero si las oscilaciones de los tipos de cambio son lo suficientemente grandes y los tipos estadounidenses se mantienen más altos durante más tiempo, este barniz de calma puede resquebrajarse. La cuestión del dólar puede trasladarse al terreno político. No en vano, el gobierno del presidente Luiz Inácio Lula da Silva en Brasil sigue hablando de que los Brics creen una alternativa al dólar. Al margen de la economía mundial, el daño causado por la reciente subida de los tipos de interés es profundo. Como ha puesto de manifiesto un reciente balance encargado por el G20, los préstamos a los países más pobres del mundo dieron marcha atrás en 2023. El FMI y el Banco Mundial no lograron compensarlo. La necesidad de reformas estructurales es evidente.

Pero donde más importa la política del dólar fuerte es en el corazón del sistema, en los propios Estados Unidos.

El Gobierno de Biden ha optado por no dar importancia a la subida del dólar, considerándola un síntoma de la sólida recuperación económica de Estados Unidos. Donald Trump no muestra tal moderación.

Como hombre formado en la era de la crisis estadounidense de los años setenta y principios de los ochenta, Trump tiene una visión crudamente nacionalista del comercio y los tipos de cambio. Para él, un dólar fuerte «mata» a Estados Unidos, en beneficio de China. Robert Lighthizer, asesor cercano de Trump, está a favor del uso de aranceles para forzar una devaluación coordinada del dólar. En el círculo de Trump se habla incluso de subordinar la Reserva Federal al Despacho Oval, para forzar la bajada de los tipos de interés.

Primero con Trump y luego con Biden, los responsables políticos estadounidenses han mezclado la política industrial, la política comercial, la energía verde y la geopolítica en una potente fórmula nacionalista. Añadir el sistema monetario a la mezcla daría lugar a un cóctel realmente explosivo. Un impulso global para devaluar el dólar en aras de la reactivación de la fabricación estadounidense politizaría el sistema monetario mundial de una manera que va mucho más allá de los golpes quirúrgicos asestados por las sanciones financieras.

Por supuesto, puede que Trump no gane. E incluso si lo hace, quién sabe si se toma en serio alguna de sus políticas económicas. En su primer mandato se vio frenado por los llamados adultos de la sala. Pero la lección general es la siguiente: los factores decisivos en el futuro del sistema del dólar no son China y Rusia, sino la política y la economía de los propios Estados Unidos.

Estados Unidos estableció el sistema del dólar en 1944 en Bretton Woods. El presidente Richard Nixon lo rompió por primera vez a principios de la década de 1970. Tras la crisis financiera de 2008, Estados Unidos abrió el camino a una nueva era de flexibilización cuantitativa. La cuestión en 2024 es si la actual crisis de la democracia estadounidense está a punto de extenderse a la economía mundial en general.

Fuente: Adam Tooze- FT

Foto: eric-prouzet-unsplash

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