Las claves:
- El futuro del transporte —y el de la humanidad— debería pasar por una estrategia racional donde se avancen en diferentes tecnologías de propulsión y en otra manera de entender el transporte privado y público
- El coche eléctrico de baterías no es el único futuro del automóvil
- Es imposible que esto se pueda realizar con las reservas de litio, cobalto y otros elementos necesarios para las baterías de ión de litio que mueven no solo estos coches, sino también toda la electrónica sin excepción.
- Todavía no hay una infraestructura de distribución y la producción del hidrógeno verde —el único que es aceptable porque elimina totalmente la emisión de CO₂— es todavía demasiado cara en comparación con los combustible fósiles a pesar de los avances en la tecnología para su extracción del agua
El gran jefe del mayor fabricante de coches del planeta dice que el coche eléctrico de baterías no es el único futuro del automóvil. Una convicción, afirma, que comparte un mayoría silenciosa en la industria. Según el Wall Street Journal, no está lejos de la verdad y hay razones de peso para argumentar que no se puede apostar todo al coche de baterías y esta repentina fiebre del coche eléctrico es un camino a ninguna parte.
Akio Toyoda, presidente de Toyota, dijo en una reciente visita a Tailandia que “las personas de la industria automotriz son en gran medida una mayoría silenciosa. Esa mayoría silenciosa se está cuestionando si es realmente correcto apostar solo por los vehículos eléctricos [de baterías]. Pero piensan que es la tendencia, así que no pueden manifestarse en contra”.
Esto no es algo nuevo. El año pasado recogimos en estas páginas varios artículos sobre los retos insalvables a los que se enfrenta el coche de baterías si no cambia radicalmente la tecnología o la manera en la que se comporta el mercado, renovando vehículos cada pocos años en un ciclo consumista eterno. Fue la base del episodio dedicado a la crisis de los materiales en la miniserie documental Control Z, que documenta la preocupación de varios expertos sobre diferentes aspectos que ponen en un serio peligro no solo esta transición eléctrica planeada desde las grandes esferas políticas, sino también el futuro mismo de la industria en general, desde la electrónica de consumo a las energías renovables.
La preocupación de la industria crece
El diario económico estadounidense añade que la preocupación de la industria está creciendo: “Aun así, los desafíos están aumentando, particularmente en la consecución de piezas y materias primas para las baterías, y han surgido preocupaciones en algunos segmentos del negocio del automóvil sobre la velocidad a la que los compradores harán el cambio, especialmente a medida que los precios de los vehículos eléctricos se han disparado este año”.
El coche eléctrico no puede ser la única solución al futuro del transporte con la tecnología actual
Como nos contaba para el documental el Dr. Solomon Asfaw —experto en baterías, profesor de economía solar e investigador de la universidad de LUT en Finlandia—, esto es extremadamente preocupante. Según Asfaw, no podemos seguir pensando en mantener la progresión actual en la fabricación de vehículos eléctricos. Es imposible, dice, que esto se pueda realizar con las reservas de litio, cobalto y otros elementos necesarios para las baterías de ión de litio que mueven no solo estos coches, sino también toda nuestra electrónica sin excepción. La producción global de litio ascendió a casi medio millón de toneladas en 2021. Hoy, el mundo cuenta con unas reservas estimadas de unos 73 millones de toneladas, pero no todo este material es de fácil extracción. En 2022, se estima un déficit de 5.000 toneladas. Según Bloomberg, “los expertos sugieren que necesitaremos 20 veces el nivel de producción actual en los próximos 10 años”. Los números son terroríficos e imposibles de satisfacer.
Compañías como Mazda, Nissan, Volvo y BMW saben que esta migración masiva del mercado de automóvil a las baterías en los plazos que se barajan desde la UE es factualmente inviable, como nos decía el profesor Andrew Barron, catedrático de energía baja en carbono y medio ambiente de la Universidad de Swansea y titular de la cátedra de química de la Fundación Charles W. Duncan Jr. de la Universidad de Rice. Por eso, algunos miembros de esta mayoría silenciosa a la que hace referencia Toyoda, han expresado cautela, aunque casi siempre en entornos controlados que no afecten a su imagen pretendidamente ecologista, aunque la realidad que no te cuenta Elon Musk sea que el impacto de la minería del litio, el cobalto y otros elementos usados en las baterías es aún más nocivo que el petróleo a nivel medioambiental y social, con un nivel de emisiones de CO₂ que tardan toda la vida útil de un vehículo en compensarse con el actual mix de fuentes eléctricas.
El hidrógeno tampoco es la única solución
Hace poco, el propio presidente de BMW AG decía que estaba convencido de que el hidrógeno será el futuro del automóvil: “Después del coche eléctrico, que lleva unos 10 años funcionando y expandiéndose rápidamente, la siguiente tendencia será el hidrógeno. Cuando sea más escalable, el hidrógeno será lo más moderno para conducir”. Zipse coincidía con Toyoda en alertar sobre esta fiebre del coche de batería: “Decir que en el Reino Unido, hacia 2030, o en el Reino Unido y en Europa, en 2035, solo habrá un único sistema de propulsión, es algo peligroso. Para los clientes, para la industria, para el empleo, para el clima, desde cualquier ángulo que se mire, es un camino peligroso”. Toyoda también dice que la respuesta correcta a la pregunta de cómo será el futuro del automóvil aún no está clara, así que “no deberíamos limitarnos a una sola opción”.
Como BMW, la firma japonesa hace mucho que abrió el camino del hidrógeno. Pero el hidrógeno también tiene problemas: todavía no hay una infraestructura de distribución y la producción del hidrógeno verde —el único que es aceptable porque elimina totalmente la emisión de CO₂— es todavía demasiado cara en comparación con los combustible fósiles a pesar de los avances en la tecnología para su extracción del agua.
Lo que está claro es que hay todavía unos retos enormes en todos los campos, que el objetivo de 2035 establecido por la EU es una bicoca imposible y que debemos pensar en que el futuro del transporte —y el de la humanidad— debería pasar por una estrategia racional donde se avancen en diferentes tecnologías de propulsión y en otra manera de entender el transporte privado y público.
Fuente: Jesús Díaz- El Confidencial
Foto: lenny-kuhne- Unsplash